Buzz Aldrin escribe sobre las lecciones aprendidas con el Programa Apolo 51 años después del Apolo 11

Edwin Buzz Aldrin en una imagen reciente (AFP PHOTO / FABRICE COFFRINI)

Buzz Aldrin, el segundo hombre que puso el pie en la Luna en la histórica misión del Apolo 11, ha escrito un artículo de opinión en el periódico Florida Today sobre las lecciones aprendidas de la carrera espacial y del Programa Apolo en particular, coincidiendo con la celebración de los 51 años del Apolo 11.

Por su interés, reproducimos aquí el contenido traducido al español.

Buzz Aldrin: en los 51 años transcurridos desde el Apolo 11, hemos aprendido muchas lecciones.

22 Julio 2020.

Si vives lo suficiente, ves que las cosas vuelven. Las mentes nuevas luchan con viejos problemas.

Hace cincuenta y un años, Neil Armstrong y yo caminamos sobre la Luna, fuimos los primeros humanos en hacerlo. Hoy, Estados Unidos se dirige nuevamente a la Luna y a Marte. La nueva determinación de Estados Unidos es gratificante. Hay un sentimiento de destino en este momento. Habiendo dejado huellas en la Luna, varios pensamientos me surgen.

Primero, como ilustra el Apolo 11, los estadounidenses pueden lograr cualquier cosa que se propongan. Somos una nación excepcional, no uno o dos de nosotros sino todos. Nuestro pasado nacional nos ofrece coraje, confianza y orientación para el futuro. Hacemos bien en tener a la Luna y a Marte nuevamente en nuestra mira.

Segundo, si bien el pasado es una guía inestimable, la historia nunca se repite exactamente. Los programas Mercury, Gemini y Apolo fueron impulsados ​​por una intensa competencia con nuestro antiguo adversario, la Unión Soviética. Ganamos esa competición. Las misiones posteriores se caracterizaron por la exploración lunar, el avance de la ciencia y la cooperación internacional.

Tercero, Estados Unidos sigue siendo el líder indiscutible en la exploración espacial tripulada. En las cinco décadas transcurridas desde que Neil y yo caminamos sobre la Luna, ninguna otra nación ha llevado a un hombre o a una mujer a la Luna. Dicho esto, el liderazgo implica una reformulación constante, un reequilibrio de posibilidades y la mejor manera de lograr objetivos valiosos.

Cuarto, nuestro nuevo apoyo bipartidista de poner un hombre y una mujer en la Luna, y humanos en Marte, implicará un liderazgo sostenido, creativo y honesto. Como nación, debemos aceptar el riesgo, ya que el espacio es un lugar peligroso. Necesitaremos cambios a mitad del camino y la voluntad de llevarlos a cabo. Sin riesgo no hay recompensa. Sin responsabilidad no hay fiabilidad.

Finalmente, el excepcionalísimo de los Estados Unidos, el valor de los logros, el liderazgo histórico en el espacio y la aceptación del riesgo tienen implicaciones prácticas. Como nunca antes, debemos integrar las fortalezas de los sectores público y privado, mantener una mayor cooperación internacional como pasó después del Programa Apolo y reexaminar honestamente nuestros planes sobre la arquitectura espacial a medida que se van desarrollando.

Las dos primeras implicaciones, una mayor coordinación público-privada y la cooperación internacional en un tema tan importante, podrían hacerse realidad siguiendo el ejemplo del discurso «Átomos para la Paz» del presidente Eisenhower.

En el discurso de 1953, el presidente Eisenhower propuso la idea de que la tecnología nuclear, lo que prometía y amenazaba, podría gestionarse mejor con la cooperación internacional. De ese discurso surgió la Agencia Internacional de la Energía Atómica y el Tratado de No Proliferación Nuclear, haciendo que el mundo fuera más seguro.

Comparativamente, este es el momento adecuado para conformar una alianza internacional público-privada que una a las principales agencias espaciales soberanas y a las principales empresas del sector privado de la exploración espacial.

La Administración ha dado un primer paso al sugerir los Acuerdos de Artemisa, un tratado para explorar y gestionar la Luna de forma pacífica, pero se debe hacer más para asegurar una exploración espacial tranquila con seres humanos. Al compartir información por adelantado y a lo largo de futuras misiones tripuladas de exploración espacial, se pueden evitar grandes problemas.

La tercera implicación, reexaminar honestamente nuestra arquitectura espacial, depende de nosotros. Eisenhower advirtió sobre un «complejo militar-industrial» que colocaba el beneficio por encima del interés nacional. Hoy debemos desconfiar de un «complejo militar-industrial-espacial». Necesitamos reevaluar constantemente los costes y beneficios, equilibrar las contribuciones empresariales, incluyendo el pensamiento público y privado y preguntar: ¿Es esta la mejor manera de llegar a la Luna y a Marte?

En resumen, 51 años después de que Neil y yo camináramos sobre la Luna, con Mike Collins en el módulo de mando y 600 millones de personas observándonos, tenemos una nueva oportunidad de desarrollarnos y hacer grandes cosas. A medida que Estados Unidos mira hacia adelante, debemos maximizar las lecciones ocurridas medio siglo atrás, para informar e inspirar la futura exploración espacial con seres humanos.

Hay un sentimiento de destino en este momento. ¡Adelante!


Personalmente me quedo con lo de asumir riesgos (difícil cuando no hay ni audacia ni un liderazgo claro), la cooperación internacional (no queda otra por los presupuestos actuales tan bajos) y dar pie a una iniciativa privada controlada (o no).

A Buzz Aldrin hay que agradecerle su constante esfuerzo por dar la matraca con lo de continuar la senda de la exploración espacial tripulada. Es una pena que cada vez se haga más mayor (90 años tiene ya). Si este astronauta no existiera habría que inventarlo.

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