Este mes de Agosto se cumplen dos años del fallecimiento de Neil Armstrong, comandante del Apolo 11 y primer ser humano en pisar la Luna.
Por ese motivo queremos rendirle un homenaje, recordando el artículo que escribió su compañero Michael Collins en el Washintong Post, publicado el 13 de septiembre de 2012, unas semanas después de la muerte de Armstrong.
El Neil Armstrong que conocí – y con el que volé.
Por Michael Collins, Publicado: 13 de septiembre 2012.
Michael Collins, General de división retirado de la Fuerza Aérea Norteamericana y piloto del módulo de mando del Apolo 11. Él esperaba en órbita lunar mientras Neil Armstrong y Buzz Aldrin aterrizaban en el Mar de la Tranquilidad en julio de 1969.
Antes de que comenzaran los vuelos espaciales tripulados, los funcionarios reflexionaron sobre cómo deberían ser las personas que formaran las tripulaciones de esta extraña y nueva aventura: ¿Unos amantes del peligro? ¿Toreros? ¿Alpinistas? ¿Deberían buscar personas que fueran conscientes de sí mismas y calmadas en condiciones extremas? ¿Quizás buceadores de gran profundidad? Al final se decidieron – con el apoyo del Presidente Dwight Eisenhower – por los pilotos de pruebas, personas que ya habían pilotado nuevos y complejos aviones. Así fueron seleccionados los primeros siete astronautas en 1959.
En 1962, yo era un piloto de pruebas en ciernes, destinado en la Base Edwards de la Fuerza Aérea en California – nuestra Meca – y estaba muy interesado en formar parte de la segunda selección de astronautas de NASA. Ponderando la competencia, le escribí a mi padre el 19 de abril que «Neil Armstrong estará en la lista… Porque él tiene, con mucho, la mejor formación». Neil, un antiguo piloto de combate de la marina, era un veterano de combate que trabajaba para NASA en Edwards. Él se dedicaba a probar nuevos aviones de las Fuerzas Aéreas y de la Armada, así como también cohetes. Sus vuelos en el X-15, propulsado por cohetes, solo le pusieron una estratosfera por encima del resto de nosotros.
No fue una sorpresa que Neil lograra hacer el primer acoplamiento en el espacio, como comandante del Geminis 8, y después se trasladara al Programa Apolo, donde Buzz Aldrin y yo nos unimos a su tripulación. Para entonces, ya había demostrado su competencia técnica muchas veces, pero yo, realmente, no conocia al hombre que había detrás de su reputación.
Neil, será recordado este jueves en la Catedral Nacional, siempre parecía serio y formal, pero podías hacerlo reír si lo intentabas. Eran carcajadas, porque Neil no fingía. Era auténtico hasta la médula. Él mostraba descontento con silencio, nunca estallaba. Tenía grandes valores y los seguía.
La mejor manera de hacer hablar a Neil era sacar el tema de los aviones. Sabía más de aviones que cualquiera que yo haya conocido, los reales y las maquetas para niños. Los dos hacíamos maquetas desde que éramos pequeños y siempre quisimos que llegaran cada vez más alto y más rápido. ¿Mi solución? Dar otro par de vueltas a la gomita. ¿La de Neil? Construir un túnel de viento.
Los túneles de viento son algo serio, cosas de alta tecnología, pero para Neil se convirtieron en una diversión. Antes de arrancar el túnel que había construido en el sótano, Neil le pidió a su abuela que se colocara delante del mismo. Cuando pulsó el interruptor, el viento la quitó la bata.
Neil era inteligente como él solo – y una enciclopedia de conocimiento sobre las cosas relacionadas con la aviación y el espacio. En una ocasión, sacó a relucir un cotilleo. Después del vuelo del Apolo 11, nos fuimos a hacer un tour mundial. Una noche nos encontrábamos en Yugoslavia en una cena formal ofrecida por el mariscal Tito y su esposa, la señora Broz. La charla se fue haciendo cada vez más insignificante, con Madame Broz en plan monolito de la Isla de Pascua: tiesa y mirando al frente. Neil se inclinó hacia ella y empezó a hablarla en voz baja y cuando logré escuchar lo que estaban diciendo, me asombré de que Neil la estuviera hablando de Nikola Tesla, el pionero y genio de la eléctricidad, competidor de Thomas Edison. ¿Neil había perdido el juicio? No, Madame Broz se había iluminado como una bombilla de mil vatios y, desde ese momento, todos fuimos colegas, incluyendo al taciturno de Tito. Más tarde le pregunté a Neil el motivo de sacar ese tema de conversación. «¡Oh!», respondió él sin darle mayor importancia, «ella es pariente de Tesla».
Una vez, durante una visita a un museo en Italia, Neil atrajo a una multitud, no porque fuera reconocido como el hombre de la Luna sino, porque, estando con unos amigos delante de una maqueta de unas máquinas de Leonardo da Vinci, explicó todas sus complejidades con tal detalle que los transeúntes supusieron que se trataba de un guía de habla inglesa y se detuvieron a escuchar.
Después de todo el jaleo de los vuelos Apolo la cosa se calmó pero el comportamiento reservado de Neil fue criticado. Algunos criticaron su reticencia a salir públicamente como defensor del programa espacial. Pero comportandose, como siempre, con honestidad, humildad y elegancia, Neil hizo más que cualquier vendedor o dependiente. Algunos lo llamaron ermitaño, pero creo que se equivocaron. Apoyó numerosas causas, especialmente aquellas patrocinadas por la Academia Nacional de Ingeniería y la Sociedad de pilotos de prueba experimentales, nuestra sociedad profesional. Cuando fueron condecorados otros vuelos del Programa Apolo, Neil normalmente acudía diciendo cosas importantes acerca de que el Apolo 11 había confiado en sus logros. En los últimos años, visitó Irak y Afganistán. Incluso le aplaudieron en un partido de fútbol celebrado en su amada alma mater, la Universidad de Purdue. Si eso es comportarse como un ermitaño, nuestra nación necesita más de esos, es decir, de personas que no buscan la fama sino que pueden vivir competentemente en su resplandor, personas que son la antítesis de algunos famosos de cabeza hueca de hoy en día.
Neil era un consumado decisor, que es lo se busca en un comandante de misión. Tomaba decisiones lentamente, reflexionando sobre el resultado, si había tiempo claro, pero actuaba con decisión cuando era necesario. Para aterrizar en la Luna escogió el lugar con cuidado, evitando campos de rocas. Cuando finalmente aterrizó, le quedaba menos de un minuto de combustible disponible. Buenas decisiones en todo momento.
El tiempo ha tratado bien a Neil. A medida que le llegaban más elogios, él lo tomaba con calma. Nunca mostró un dejo de arrogancia y tenía un montón de motivos para ser arrogante. Fue agradable verle tan modesto como siempre. Cuando mi esposa Pat y yo estuvimos comiendo con Neil y su esposa, Carol, esta primavera, parecía relajado, alegre, contento, feliz. Me gusta recordarlo así. Se mereció todas las cosas buenas que le ocurrieron. Él fue el mejor y lo voy a echar de menos muchísimo.
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