Ya hemos hablado en este blog de los hechos que desencadenaron la «primera guerra espacial» durante la misión del Apolo 7, en octubre de 1968. Denominada así por Deke Slayton, jefe de los astronautas del Programa Apolo, como consecuencia del mal rollo que hubo durante toda la misión entre la tripulación (Walter Schirra, Donn Eisele y Walter Cunningham) y el centro de control de Houston.
El comandante de aquella misión, el veterano Walter Schirra, empezó la misma bastante cabreado, ya que NASA le había prometido detener el lanzamiento en caso de que el viento, en Cabo Cañaveral, superara los 33 km/h, cosa que no hizo puesto que, un minuto antes del despegue, el viento era de 37 km/h.
Si eso no era suficiente, durante el primer día en el espacio, Schirra desarrolló un constipado que le pegó a sus otros dos compañeros de vuelo. Este constipado era conocido cuatro días antes del lanzamiento, puesto que el comandante se lo comunicó al médico de la misión. Si el procedimiento correcto hubiera seguido, el despegue se hubiera tenido que retrasar, pero justo un día antes del lanzamiento previsto, el médico le dio el alta al astronauta.
Un resfriado en el espacio es mucho peor que en tierra firme. La razón es que la mucosidad, en ingravidez, no sale por la nariz sino que se queda dentro de la cabeza. Si te suenas para intentar arreglar el problema, la consecuencia es un intenso dolor de cabeza.
Y llegó el momento de la reentrada a la atmósfera terrestre, una vez terminada la misión en el espacio. En un momento dado, Houston pidió a los astronautas que se pusieran el traje y el casco espacial como medida de seguridad, pero dada la situación en la que estaban los astronautas con el resfriado y que el casco no tenía un dispositivo Valsalva como ya contamos en este blog hace unos meses, los astronautas decidieron no ponerse nada para, en caso necesario, poder destaponarse los oídos manualmente.
Sin embargo, y aquí viene el motivo para escribir este artículo, los astronautas improvisaron un sistema para mantener la cabeza sujeta lo más posible y evitar golpes peligrosos durante el traqueteo de la reentrada. Como se puede observar en la fotografía AS7-796-S68-49869 de aquella misión, los astronautas ataron a sus asientos, con cinta americana por supuesto, unos paquetes de comida – que no habían utilizado-, con el fin de acolchar los reposacabezas un poco más y así tener una protección extra.
Al final, parece que los españoles no somos los únicos que improvisamos de vez en cuando.
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