Algunos «héroes anónimos» del Programa Apolo

Para poner a doce hombres sobre la superficie de la Luna fue necesario que cerca de 400.000 personas trabajaran en el Programa Apolo. Bien perteneciendo a NASA, o a otra institución pública del Gobierno norteamericano, o bien trabajando en las diversas empresas contratistas o subcontratistas. La Historia se ha fijado principalmente en esos doce hombres y en los especialistas y directivos de alto nivel que participaron en aquella gran aventura, pero muy rara vez se ha escuchado algo sobre el resto. Algunas de estas personas fueron auténticos «héroes anónimos» del Programa Apolo. Incluso, no está de más recordar también que unos pocos eran españoles y trabajaban en las estaciones de seguimiento de Fresnedillas y de Robledo de Chavela.

Para recordar a todos esos «héroes anónimos», hemos recopilado una pequeña lista con algunos de ellos. Sin su trabajo, seguramente no hubiera sido posible cumplir la visión que tuvo el Presidente norteamericano John F. Kennedy de llevar al Ser Humano a pisar la superficie lunar.

John C. Houbolt.

John C. Houbolt explicando el método LOR.
John C. Houbolt explicando el método LOR.

Houbolt fue el responsable de cambiar la forma que se había diseñado para ir a la Luna. Antes de que pudiera influir, el método preferido por NASA era el que había propuesto Wernher von Braun. Casi nada. Von Braun apostaba por lo que se denomina como Ascenso Directo. Este sistema consistía en que, con una sola nave, con un sólo cohete, se iba y se volvía de la Luna. Es el método que Tintín utiliza también para ir a nuestro satélite en uno de sus comics. El problema es que hace falta tanto combustible que el cohete y sus depósitos han de ser enormes. Sin contar con el coste económico. Pues bien, a Houbolt se le ocurrió el método LOR (Lunar Orbit Rendevouz), traducido al español como Encuentro en Órbita Lunar. Este sistema consiste en mandar tres naves pequeñas a orbitar la Luna. Una de ellas se queda allí y las otras dos bajan a la superficie. Una vez que se decide volver a la órbita lunar, se utiliza una de ellas, mientras que la otra se queda en la superficie. Se acoplan de nuevo y se trasfiere a los astronautas y la carga. Una vez realizado esto la nave utilizada para ascender a la órbita lunar se separa y se vuelve a la Tierra con la que ha estado orbitando la Luna.

Se trata de un sistema mucho más barato ya que no hace falta llevar naves tan grandes con tanto combustible. El punto peligroso es que hay que realizar varias operaciones de acople y desacople entre naves a miles de kilómetros de la Tierra, en la órbita lunar. No es que a Houbolt se le ocurriera este método, el mérito correspondió a Yuri Kondratyuk y Hermann Oberth unos cuantos años antes, pero si fue el que «convenció» a NASA  con su insistencia que aquel era el método más apropiado. Y es que, al principio, Houbolt fue ignorado totalmente. Pero perseveró y, arriesgando su propia reputación, insistió en ello, incluso saltándose la cadena de mando y, por tanto, a sus jefes directos, llegando a escribir varias cartas a los más altos responsables de NASA.

Afortunadamente la visión y tenacidad con la que defendió su idea le valió el reconocimiento por parte de NASA e incluso, más tarde, del propio Von Braun. NASA le concedió la medalla al logro científico excepcional.

Thomas «Tom» Kelly.

Thomas Kelly, padre del Módulo Lunar.
Thomas Kelly, padre del Módulo Lunar.

Kelly fue el padre del Módulo Lunar. Éste ingeniero trabajó en Grumman Aircraft Corporation. Allí empezó a estudiar el método LOR de Houboult incluso antes de ser elegido por NASA. Cuando en 1962 Grumman fue escogida por NASA para construir el Módulo Lunar, Kelly y su equipo ya habían recorrido un valioso camino y poseían una interesante experiencia en este campo. Esto permitió a Kelly, en solo siete años, diseñar y desarrollar la máquina que permitiría aterrizar en la Luna. Para ello tuvo que liderar un equipo formado por 3.000 ingenieros y 4.000 técnicos.

Como no podía ser de otra forma, transformar esos diseños en máquinas reales estuvo plagado de problemas e imprevistos. Esto produjo bastante nerviosismo en NASA y en el Gobierno norteamericano que presionó, a su vez, a Grumman y a Kelly por su aparente falta de progreso. Sin embargo, ni Kelly ni su equipo se dieron por vencidos y finalmente ganaron la batalla. Kelly llegó a estar tan involucrado que incluso reconoció que los Módulos Lunares eran para él como sus propios hijos.

Otro de los aciertos de Kelly fue crear un equipo en donde los astronautas se involucraran para ayudar a proporcionar información y asesoramiento sobre las pruebas hechas con la nave con el fin de mejorar el diseño y los procedimientos futuros.

Quizás el momento más orgulloso para Kelly no fue que el Módulo Lunar nº 5, llamado Eagle, aterrizara por primera vez en la Luna con el Apolo 11, sino aquel en el que el Módulo Lunar Aquarius, del Apolo 13, ayudó a salvar las vidas de los astronautas. Sin el liderazgo de Kelly y su pasión por la excelencia y el trabajo en equipo quizás no se hubiera podido aterrizar en la Luna antes del final de la década como propuso Kennedy.

Eleanor ‘Ellie’ Foraker.

Ellie Foraker vistió a los astronautas para ir a la Luna
Ellie Foraker vistió a los astronautas para ir a la Luna

Eleanor Foraker era costurera en 1962. Trabajaba en la empresa International Latex Corporation (ILC) como responsable de la ropa para bebés. Pero el hecho de que ILC ganara el concurso convocado por NASA para hacer los trajes espaciales hizo que Ellie, junto con su equipo de costureras, fuera trasladada al nuevo departamento. En ese momento, nadie tenía la experiencia para hacer las trajes espaciales que debían funcionar en la superficie de la Luna. Una cosa eran los trajes que usaban los pilotos de aviones e incluso los primeros astronautas de los proyectos Mercury y Geminis, y otra muy distinta los trajes para soportar las condiciones de la Luna. Trajes que en realidad debían ser otra pequeña nave espacial donde el astronauta pudiera sobrevivir e incluso trabajar durante unas horas.

Además, ILC era una empresa sin experiencia en grandes contratos con el Gobierno norteamericano, por lo que se asoció con Hamilton Standard para desarrollar este proyecto. El trabajo iba a ser largo y arduo y requería un alto grado de precisión. Incluso se tuvieron que diseñar nuevas herramientas ya que las utilizadas hasta ese momento no servían. Por ejemplo, las costureras tenían que coser hasta 17 capas de distintos tejidos a la vez y a mano. En esta situación el control de calidad era una prioridad. Cada puntada fue contada y medida. No se permitió otra cosa que no fuera la perfección. Era muy peligroso que algún alfiler se quedara dentro de alguna de esas capas ya que podría provocar un agujero y la muerte del astronauta. Foraker fue la responsable última para que eso no ocurriera. Y no ocurrió.

En 1964 se entregaron a NASA los primeros trajes espaciales pero, desgraciadamente, no fueron aceptados porque no cumplían los requerimientos mínimos. Además, hubo problemas entre ILC y Hamilton Standard por lo que NASA decidió cancelar el contrato.

Sin embargo, ILC y Foraker no se rindieron y volvieron a trabajar en el diseño de un nuevo traje más flexible que ganó, finalmente, a la competencia. ILC tenía la gran ventaja de saber hacer ropa de goma flexible, ajustable y personalizable que era perfecta para las necesidades de los trajes del Apolo. El resultado fue el traje denominado como A7L, que pasó todas las pruebas en la Luna, gracias al trabajo de personas como Eleanor Foraker.

Joseph F. Shea.

Joseph F. Shea, un gran ingeniero
Joseph F. Shea, un gran ingeniero

Joseph F. Shea era un brillante ingeniero que en 1961 se unió a la Oficina de Vuelos Espaciales Tripulados como experto en ingeniería de sistemas. En 1963, ya era el jefe de la Oficina para el programa de la nave espacial Apolo (ASPO en sus siglas en inglés). Shea tuvo la habilidad de unir las distintas culturas existentes dentro de los centros de NASA con las de sus principales contratistas, en especial North American Aviation, la empresa responsable de construir el Módulo de Mando de la nave Apolo. Esto no le salvó de ser criticado en muchas ocasiones, aunque finalmente fue aceptado y reconocido como un gran ingeniero y gestor. Desgraciadamente, en 1967, ocurrió el incendio en el Apolo 1 con la muerte de sus tres astronautas mientras éstos realizaban unas pruebas en la torre de lanzamiento. Shea no lo dudó y participó en la investigación del terrible accidente ya que sentía una responsabilidad personal dado que los tres astronautas eran sus amigos. Aquello le supuso un grave problema de salud puesto que llegó a trabajar 80 horas a la semana.

Al poco de recuperarse, fue trasladado al cuartel general de NASA en Washington DC pero no duró mucho allí y se marchó a la industria privada. Posteriormente sería profesor en el MIT.

Sin la intensa capacidad de trabajo de Shea y sin su diplomacia es posible que el desarrollo de la nave Apolo no hubiera cumplido los plazos previstos y, por tanto, no se hubiera llegado a la Luna a tiempo.

Lee Silver.

Lee Silver (con camisa verde), el geólogo de la Luna
Lee Silver (con camisa verde), el geólogo de la Luna

Lee Silver fue el profesor de geología de los astronautas del Apolo. Antes de que impartiera sus clases sobre el terreno a los doce hombres que pisarían la Luna, la NASA organizaba conferencias sobre esta materia a los astronautas. Como era de esperar, este tipo de enseñanza aburría sobremanera a los pilotos los cuales no mostraban ningún tipo de interés normalmente.

Una cosa era recoger una serie de rocas lunares, más o menos, al azar y otra muy distinta coger aquellas geológicamente interesantes que tuvieran una «historia» detrás. Para ello, Harrison «Jack» Smith, el único científico que viajó en las misiones Apolo y antiguo alumno de Silver, invitó a éste a reunirse con James Lovell y Fred Haise (del Apolo 13) para comentar algunos aspectos básicos de la geología de campo. Silver no lo dudó y aprovechó la oportunidad para irse con ellos de acampada a las montañas de California. Aquello despertó realmente la curiosidad de los astronautas por lo que Silver organizó más adelante otras excursiones de este tipo con el resto de los pilotos. Aquellos nuevos estudiantes de geología practicaban y ensayaban sobre el terreno las futuras misiones lunares. Esto permitió que la recolección de rocas en la Luna fuera de un alto nivel, como posteriormente se comprobó en los estudios en la Tierra. Una de las mejores misiones fue la del Apolo 15, en donde se recolectó la Roca del Génesis y que permitió respaldar la teoría de que nuestro satélite es el resultado del choque de una jovencísima Tierra y un planetoide del tamaño de Marte.

Está claro que si no fuera por el profesor Silver, la historia y la relación de la Tierra con la Luna seguiría siendo relativamente desconocida.

Dorothy ‘Dottie’ Lee.

Dorothy Lee, la protectora de los astronautas
Dorothy Lee, la protectora de los astronautas

Dorothy Lee fue el último escudo de defensa de los astronautas en la reentrada a la atmósfera terrestre. Lee destacó por ser una brillante ingeniera y matemática, llegando incluso a recibir el mote de «computadora humana con una calculadora». Empezó a trabajar en NACA (una de las agencias previas a la creación de NASA) en 1948. Allí empezó a investigar sobre estabilidad en las naves espaciales. Enseguida fue invitada a unirse al grupo de Max Faget, el diseñador de las cápsulas Mercury, donde destacó entre el resto de ingenieros hasta que los soviéticos lanzaron el Sputnik. Hecho que todo lo cambió. Dottie se trasladó a Houston donde empezó a trabajar en la nave Apolo, en concreto en el escudo térmico que protegería la nave y sus tripulantes de las altísimas temperaturas provocadas por la fricción con la atmósfera terrestre. Ella y su equipo realizaron una serie de cálculos para medir las características aerotermodinámicas del módulo de mando en la reentrada. Se realizaron también pruebas en el túnel de viento. Estas pruebas, junto con los datos reales recopilados en los vuelos de los programas Mercury y Gemini, permitieron a Lee concluir el análisis. No hay que olvidar que todo este proceso fue difícil y lento, ya que los ordenadores de aquel entonces eran muy primitivos. A pesar de todo esto, Lee fue capaz de predecir las temperaturas extremas y la presión generada en la reentrada a la atmósfera a más de 40.000 km/h. Sin embargo, todo esto no eran más que cálculos teóricos en realidad.

Se construyó un escudo hecho de una resina epoxi con forma de panal y fue revisado concienzudamente ya que no se podía permitir el más mínimo fallo si se quería garantizar la seguridad de la nave y sus tripulantes. Finalmente, se realizaron una serie de pruebas reales en los primeros vuelos no tripulados del Apolo y, aunque no se alcanzó la velocidad máxima de reentrada, aquello no impidió comprobar que los cálculos que había hecho Dorothy Lee coincidian con los datos reales obtenidos en las pruebas. Tal fue el éxito de Lee y su equipo que NASA no dudó en encomendarla el diseño de la protección térmica del transbordador espacial. Como curiosidad decir que el morro delantero con forma de cono del transbordador se le apodó como «la nariz de Dottie». Además, la nueva nave espacial Orion, que está siendo desarrollada por NASA, lleva el mismo escudo térmico hecho con resina epoxi que en su momento calculara y diseñara Dorothy Lee.

Como muy bien resumió Michael Collins, astronauta del Apolo 11:

Todo esto es posible sólo gracias a la sangre, el sudor y las lágrimas de un número de personas … Todo lo que ves son tres hombres, pero debajo de la superficie están miles y miles de personas.

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