The fallen astronaut, el documental sobre la única obra de arte que hay en la Luna

The fallen astronaut (El astronauta caído) es la única obra de arte que se llevó a la Luna durante el Programa Apolo. Pero detrás de esta pequeña figurita de aluminio que reposa desde el uno de agosto de 1971 sobre la superficie lunar, hay una sorprendente historia envuelta de escándalos y conflictos. La aventura de esta escultura y de su autor, el belga Paul Van Hoeydonck, es lo que se cuenta en el documental del mismo título que se puede ver estos días en Prime Video de Amazon.

PAUL VAN HOEYDONCK Y EL ESPACIO

Desde que se lanzó el Sputnik, Van Hoeydonck tuvo el convencimiento de que su obra artística debería reflejar el nuevo comienzo espacial y lo que ello significaba para el ser humano. Por ello, a principios de los años sesenta, se trasladó a los Estados Unidos para continuar allí con su carrera profesional en la galería de Dick Waddell. Pero en 1968, con motivo del estreno de la película “2001: Una odisea en el espacio”, Paul empezó a pensar en la idea de un monolito en la Luna, como se puede ver en el film de Kubrick. Pero no fue hasta el año que siguiente, el año del Apolo 11, cuando la directora de la galería, Louise Tolliver Deutschman, comentó con Waddell la idea de poner una escultura de Van Hoeydonck en la Luna.

Paul Van Hoeydonck y su escultura lunar
Paul Van Hoeydonck y su escultura lunar

Aunque al principio la idea le pareció una locura a Paul, aquello acabó por convertirse en un proyecto real. Hay que recordar que, para el artista belga, en aquellos años, Cabo Kennedy era el sitio más romántico que había en la Tierra. Sin embargo, llegados a ese punto, había que decidir dos cosas. Por un lado, el tipo de obra que tendría que crear Van Hoeydonck y por el otro el cómo se lograría meter esa pieza en el módulo lunar con la ayuda de alguno de los futuros astronautas que pisarían la Luna. Esto último realmente era lo más complicado de conseguir.

Los astronautas del Programa Apolo, en aquellos días, eran personas muy populares y famosas por lo que la NASA los tenía muy protegidos y era realmente complicado el poder acercarse a ellos para plantearles cualquier cosa. De hecho, Van Hoeydonck se trasladó unos días a Cabo Cañaveral para ver si de forma más o menos casual podía coincidir con alguno de ellos en la zona de Cocoa Beach. Aquella estrategia resultó infructuosa así que tenían que pensar en otra cosa.

EL APOLO 15 LLEVARÍA LA ESCULTURA

Un día, Louise Tolliver Deutschman recordó que conocía a un posible intermediario. Se trataba de un golfista profesional, relaciones públicas de la marca francesa de polos Lacoste, llamado Danny Lawler. El mensajero, como también era conocido con el fin de salvaguardar su identidad, hizo su trabajo y consiguió organizar una cena en un restaurante de Cocoa Beach entre Van Hoeydonck y la tripulación del Apolo 15. En aquella velada, ocurrida dos meses antes del lanzamiento de la misión, surgió la chispa y el acuerdo: la tripulación del Apolo 15 llevaría una obra de arte del artista belga.

Tripulación del Apolo 15 (Izq. a dcha: Scott, Worden e Irwin).
Tripulación del Apolo 15 (Izq. a dcha: Scott, Worden e Irwin).

Paul empezó a trabajar rápidamente en un prototipo sencillo pero muy alegórico: una pequeña figura humana de yeso y plexiglass, metida en una cápsula trasparente, que simbolizara el viaje épico del ser humano por el espacio. Sin embargo, la idea que tenían los astronautas del Apolo 15 iba en otro sentido. Ellos querían hacer una especie de memorial en recuerdo a los astronautas y cosmonautas fallecidos en la exploración espacial hasta ese momento. Y aquí surgió el primer problema. Cada parte implicada tenía su propia visión que, parece ser, no compartió con la otra.

Van Hoeydonck siguió trabajando en su prototipo teniendo en cuenta los requisitos que la NASA imponía: debería ser algo pequeño y de poco peso que, además, fuera capaz de resistir la gran variación de temperaturas que existe en la superficie lunar. Por esto, el artista belga usó el aluminio como material para la escultura humana, eliminando la parte de la cápsula porque presentaba un posible riesgo de incendio. Además, como última exigencia, la figurita no tendría género ni raza reconocible. Y todo este proyecto, incluyendo el nombre del artista, no podía ser comunicado al público antes de la misión. Algunos dicen que todos estos requisitos y obligaciones se debieron a que la NASA estaba muy sensibilizada puesto que, en la anterior misión, la del Apolo 14, Alan Shepard, llevó un par de pelotas de golf para jugar en la Luna. Las malas lenguas comentaron que el fabricante de esas pelotas iba después a distribuir el modelo utilizando ese hecho para su campaña publicitaria. Cosa que a la NASA no le gustó porque quería evitar a toda costa la comercialización del espacio.

LO QUE PASÓ EN LA LUNA

Al final todo confluyó y la pequeña figurita de aluminio acabó en un bolsillo del traje espacial que el comandante David Scott se pondría en la Luna. La tripulación del Apolo 15, como tenía la idea del recuerdo a los difuntos, llevó también consigo una placa con los nombres de los ocho astronautas y los seis cosmonautas fallecidos hasta ese momento. Deke Slayton, el jefe de los astronautas, conocía perfectamente lo que iba a hacer Scott. Lo que no sabía era que, a parte de la escultura, también se llevaron a la Luna unos 400 sobres postales y dos relojes Bulova que provocarían después otro escándalo. Al Worden recuerda en el documental que, curiosamente, al único al que no despidieron de la NASA después de toda aquella polémica fue al propio Scott. Y es que, se percibe, que el malo de toda esta historia es precisamente David Scott. Además, el hecho de que no quisiera ser entrevistado en el documental no le ha ayudado a cambiar esa percepción.

Memorial del astronauta caído en la Luna
Memorial del astronauta caído en la Luna

Durante la estancia lunar, ni Scott ni Irwin dijeron nada sobre el astronauta caído. El memorial se colocó muy cerca del lugar donde se dejaría definitivamente el Rover lunar al final de la tercera excursión lunar (EVA en sus siglas en inglés). Scott tomó, eso sí, unas pocas fotografías. Aquello puso muy nervioso a Van Hoeydonck y a los responsables de la galería puesto que no se tenían noticias en directo. El secreto se desveló posteriormente en la rueda de prensa que dieron los tres astronautas al volver de la Luna. Sin embargo, ni Scott ni el resto de los dos astronautas, comentó el nombre del artista belga que había diseñado la escultura. Cosa extraña puesto que, por ejemplo, si se conocía perfectamente que el diseñador italiano Emilio Pucci había colaborado en el diseño de la insignia del Apolo 15. Según Scott, el hecho de mantener en secreto el nombre del artista fue algo consensuado con el propio Van Hoeydonck, sin embargo, el belga no parece que tuviera la misma idea. Tampoco coinciden las posturas con respecto al nombre de la obra de “el astronauta caído”. Para los astronautas, el nombre representaba lo que querían trasmitir con el memorial, pero para el belga era todo lo contrario. Él quería algo que acercara al ser humano con las estrellas.

Situación del memorial cerca del Rover lunar (Foto: AS15-88-11902).
Situación del memorial cerca del Rover lunar (Foto: AS15-88-11902).

A finales del mes de septiembre de 1971, un mes y medio después de la rueda de prensa, la tripulación del Apolo 15 recaló en Bélgica con motivo de la gira mundial que estaban realizando. Allí coincidieron los tres con Van Hoeydonck al que le dijeron que esperase un año más para dar a conocer su nombre. Si las cosas ya estaban un poco tensas, en noviembre el Smithsonian solicitó a la tripulación una copia exacta de la escultura para poder mostrarla en sus centros. En aquellas conversaciones tampoco se enfatizó el nombre del artista lo cual enfureció mucho más al belga. El malentendido seguía creciendo, sobre todo, entre Scott y Van Hoeydonck. De todas formas, Paul realizó dos copias más. Una para el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington DC (dirigido por Michael Collins) y otra para el Rey de Bélgica.

EL ARTISTA Y LA GALERÍA SE HACEN PÚBLICOS

Van Hoeydonck, Waddell y Louise Deutschman decidieron que ya era el momento de salir del anonimato. Planearon que el periodista de la CBS, el mítico Walter Cronkite, entrevistaría al artista belga con motivo del lanzamiento del Apolo 16 y así dar a conocer a Van Hoeydonck. Paul avisó a Scott de sus intenciones, pero el astronauta seguía con su idea de mantener todo aquello como un homenaje. La contestación del belga fue que solo quería anunciar el nombre del artista y no degradar el monumento, pero Scott seguía con su idea de mantener al autor en el anonimato. Sin embargo, en la entrevista, Van Hoeydonck comentó cuál era su idea original para la obra de arte; que el futuro del hombre estaba ligado con las estrellas.

Anuncio de la galería
Anuncio de la galería

A partir de ese momento, Van Hoeydonck y su obra, fueron criticados por el mundillo del arte neoyorquino. Seguramente la envidia y de que se trataba de un artista extranjero, fue el caldo de cultivo. Aunque el remate llegó cuando la galería y el artista decidieron realizar 950 copias de la escultura para venderlas por 750 $ de 1972. Aunque el belga sabía que a Scott y a la NASA aquello no les gustaría decidió seguir adelante dado que la relación entre las partes estaba totalmente embarrada. Scott se enteró y escribió a Van Hoeydonck para pedirle aclaraciones. El artista le respondió argumentando su decisión en que aquello ayudaría a impulsar el interés por el espacio en el año en el que el Programa Apolo llegaba a su fin. Sin embargo, aquello fue el remate de la relación entre Scott y Van Hoeydonck. Relación que aún hoy en día sigue rota.

La NASA también decidió actuar y empezó a presionar al artista. Envió a un par de inspectores para que hablaran con Van Hoeydonck pero como aquello no surtió efecto, un día el artista recibió una llamada amenazante comunicándole que podrían tener serios problemas con el Gobierno norteamericano y eso si funcionó. Waddell y Van Hoeydonck pararon las máquinas cuando ya se habían fabricado 50 unidades. Después de aquello, el camino no fue nada fácil para ambos, sobre todo para Waddell que murió dos años después arruinado, divorciado y deprimido. En el ambiente se generó una corriente negativa hacia el artista belga y su galería norteamericana. Los tres astronautas dejaron la NASA en los años siguientes y se dedicaron a proyectos personales, pero, cuando todo se calmó un poco, la NASA los exoneró del asunto de los sobres postales.

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Cada uno siguió haciendo su vida y el asunto se olvidó, salvo para algún listillo que intentó hacer negocio con falsificaciones de la escultura. A finales de 2013, el Smithsonian invitó a Van Hoeydonck a dar una charla en el Museo del Aire y del Espacio de Washington DC. No está claro si el Smithsonian invitó también a Scott o si, si lo hizo, éste desistió en acudir al evento. Lo que parece evidente es que, después de tantos años, este asunto sigue escociendo un poco, tanto a Van Hoeydonck como al comandante del Apolo 15, y eso que la NASA y el Smithsonian rectificaron y reconocieron públicamente al artista belga como autor de la única obra de arte que está emplazada en la Luna.

Paul Van Hoeydonck con la bandera la NASA (Foto: Donald Woodrow)
Paul Van Hoeydonck con la bandera la NASA (Foto: Donald Woodrow)

Entre 2018 y 2019, Paul Van Hoeydonck y la galería alemana Breckner retomaron la idea crear unas series limitadas de la escultura, tanto la que ideó al principio el artista belga como la que finalmente se llevó a la Luna. Incluso se hicieron 6 copias a tamaño humano (de 1,80 m de altura) de la que se depositó en la Luna. Los precios de salida fueron prohibitivos, de hecho, no se publicó el coste de las 6 réplicas a escala humana. A saber, en qué cifras se moverán hoy en día los precios en una supuesta subasta o cuando fallezca Van Hoeydonck.

Paul Van Hoeydonck, Man in Space, 1971-2018
Paul Van Hoeydonck, Man in Space, 1971-2018

Para aquellos que no podemos optar (de momento) a adquirir una de las obras de Van Hoeydonck pero tenemos la suerte de vivir en España, nos podemos acercar al Parque Juan Carlos I de Madrid, cerca del aeropuerto, para admirar una de las esculturas del artista belga. En concreto, se trata de una familia de robots llamada Eolos que está situada en medio del lago del parque.

Eolos, de Paul Van Hoeydonck. Parque Juan Carlos I de Madrid.
Eolos, de Paul Van Hoeydonck. Parque Juan Carlos I de Madrid.
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