Dos horas y media en la Luna, el artículo en el suplemento «Fuera de Serie»

Fuera de Serie (6 y 7 de julio 2019). Expansión y El Mundo.

«A las 9:32 a.m. del 16 de julio de 1969, los cinco motores F-1 del Saturno V rugían enérgicamente para emprender su vuelo hacia la Luna. Capaces de bombear más de 12.000 litros por segundo, eran los más potentes construidos hasta la fecha. Los cañaverales de la costa de Florida estaban atestados de gente que no quería perderse el momento histórico profetizado por Kennedy ocho años antes.

En lo alto del cohete, dentro del módulo de mando de la nave Apolo, iban tres astronautas: el comandante Neil Armstrong, el piloto del módulo lunar Edwin “Buzz” Aldrin y el piloto del módulo de mando Michael Collins. Solo los dos primeros intentarían bajar a la superficie de la Luna, dentro del módulo lunar, cuatro días más tarde. Sería la primera vez en la Historia. Era la misión número 11 del Programa Apolo.

A los 2 minutos y 42 segundos, la primera fase del cohete se separaba, caía al Atlántico, 66 kilómetros más abajo, y se encendía la segunda, que permitiría llegar a los 187 kilómetros de altitud. Los alcanzó solo nueve minutos después del lanzamiento. No quedaba más que un último empujón de tres minutos, pero antes el cohete tenía que desprenderse de la segunda fase, que también caería al Atlántico, encendiéndose la tercera y última. Doce minutos después del lanzamiento, el Saturno V alcanzó la órbita terrestre a unos 190 kilómetros de altitud. Esta fase se controlaba y confirmaba desde la estación terrestre que NASA, en colaboración con el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), había instalado en las Islas Canarias. Comprobado que la nave y sus tripulantes se encontraban bien, la tercera fase se volvía a encender proporcionando la velocidad necesaria para salir de la influencia de la gravedad terrestre y recorrer los 384.000 kilómetros que les separaban de la Luna.

Tres días después, separada ya de la tercera fase (que, a diferencia de las de la mayoría de otras misiones lunares, que se estrellaban sobre la superficie de la Luna, acabó en órbita heliocéntrica, dando vueltas al Sol), la nave Apolo entró en órbita lunar. Estaban ya a solo 120 kilómetros de la superficie. Mientras Collins permanecía en el módulo de mando Columbia, Armstrong y Aldrin ocupaban sus puestos en el módulo lunar Águila. Cerraron la escotilla que comunicaba los dos módulos y las dos naves se separaron. “¡El Águila tiene alas!”, dijo Armstrong. Comenzaba el momento crucial, pero antes había que comprobar que las varillas que pendían de las patas del módulo lunar estaban bien desplegadas para que pudieran detectar el primer contacto con la Luna. Todo estaba perfectamente, por lo que se inició el descenso. Era el 20 de julio de 1969.

Para bajar a la Luna, lo que tenía que hacer el módulo lunar, básicamente, era frenar y así disminuir su velocidad orbital. Si en la maniobra algún problema hiciera tomar la decisión de cancelar la misión, los astronautas del módulo lunar podían volver a encontrarse con Collins, situado unos kilómetros por encima.

Cuando el Águila se encontraba a unos 10 kilómetros de la superficie sonaron dos alarmas (la 1202 y la 1201) que avisaban de que el ordenador estaba saturado con múltiples operaciones y tenía que priorizarlas. Pasaron unos largos segundos hasta que se comprobó que no eran motivo de cancelación y el descenso podía continuar. Cuando quedaban solo 10 metros, los astronautas pudieron ver por las ventanillas cómo los gases del motor de la etapa de descenso del módulo lunar formaban una nube de polvo. A poco más de metro y medio las sondas de las patas tocaron el suelo y se encendió la luz de contacto. “Contact light”, anunció Buzz Aldrin. El módulo lunar se había posado. Después de unos segundos eternos, Armstrong dijo: “Houston, aquí Base Tranquilidad, el Águila ha aterrizado”. Fue en la estación de NASA de Fresnedillas de la Oliva, en la sierra de Madrid, donde se pudieron escuchar esas palabras por primera vez en la Tierra, y de allí, gracias a un enlace de comunicaciones proporcionado por la Compañía Telefónica Nacional de España, al centro de control de misión en Houston.

Solo quedaba poner la guinda al pastel: salir del módulo lunar y caminar sobre la superficie. 109 horas, 24 minutos y 23 segundos después del lanzamiento del Saturno V, y cuando Neil Armstrong presionaba el polvo lunar con una de sus botas, se pudo escuchar la famosa frase que quedaría grabada en la Historia del Homo sapiens: “Este es un pequeño paso para un hombre, un gigantesco salto para la humanidad.” A los pocos minutos, Aldrin salió a la superficie lunar calificando el paisaje que veía como de una “magnífica desolación”. Después vinieron las fotografías, la recolección de rocas, la instalación de diversos experimentos científicos, la colocación de la bandera y una conversación telefónica con el presidente Nixon. Todo ello en dos horas y media: 2 horas, 31 minutos y 40 segundos, exactamente.

El retorno a la órbita lunar, donde les esperaba Collins, y el regreso a la Tierra transcurrieron de forma rutinaria. Todo lo rutinario que podía ser un regreso así. El 24 de julio el Columbia amerizó en el Pacífico con los tres insignes pasajeros y 20 kg de rocas lunares. Ya en tierra, para asegurarse de que los astronautas no traían patógenos peligrosos, fueron puestos en cuarentena tres semanas.

En noviembre de ese año, otros dos astronautas, Charles Conrad y Alan Bean, volvieron a pisar la Luna con el Apolo 12. La última misión lunar fue la del Apolo 17, en diciembre de 1972. En total 12 hombres han caminado sobre la Luna. El tiempo conjunto que permanecieron suma 300 horas, poco más de 12 días.

Ninguna otra persona ha vuelto. Aparte de ser una aventura muy peligrosa, no existen los condicionantes políticos ni se dispone del dinero para financiar otra gesta similar. Pero mereció la pena. Nuestra civilización había probado, por primera vez, que era capaz de realizar viajes interplanetarios.».

NOTA: Artículo publicado en el suplemento «Fuera de Serie» del fin de semana del 6 al 7 de julio de 2019. Este suplemento se entrega junto con el diario Expansión y el diario El Mundo.

Agradezco, desde aquí, a «Fuera de Serie» y, en especial, a Víctor Rodríguez su generosa invitación.

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Ana Maria Arosteguy
Ana Maria Arosteguy
4 años atrás

no tengo palabras fue gigantesco , Magnifico, heroico

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